TRABAJOS IMAGINATIVOS COMO TEXTO
En busca de una articulación teórica-práctica
Dr. José María Martinez Ferretti
Médico Psiquiatra (UBA). Jefe de Trabajos Prácticos de Psiquiatría y Salud Mental (UBA)
Jefe de Sección de Terapia a Corto Plazo del Hospital Borda. Miembro de la Escuela de Psicoterapia Simbólica
Lic. Mónica G. Viscotti
Licenciada en Psicología (UCA). Docencte de la Universidad del Salvador. Facultad de Psicología.
Miembro de la Escuela de Psicoterapia Simbólica

RESUMEN: En este trabajo se propone considerar a los trabajos imaginativos como un TEXTO en el contexto del proceso psicoterapéutico denominado Psicoterapia Simbólica. Esta noción permite considerar al paciente y su producción como una totalidad en contraposición a los postulados asociacionistas que se plasman posteriormente en la semiología positivista.


Este trabajo tiene como propósito formular algunas consideraciones acerca del Trabajo imaginativo, en el proceso psicoterapéutico que denominamos Psicoterapia Simbólica.

Vamos a considerar el Ensueño que el Sujeto realiza, a partir de la consigna inicial, como un TEXTO construido por él a través del lenguaje de los símbolos.

Entendemos por Texto, a un todo coherente mediante el cual se realizan estrategias de comunicación. Es decir, el texto está dirigido a otro con el fin de comunicar algo. En nuestro caso el lugar de ese otro lo ocupa el terapéuta, quien fue demandado por el paciente para ser escuchado y que, desde ese lugar se constituye en lector.

Ese primer Texto producido necesita ser descifrado, dado que el lenguaje simbólico no es evidente ni unívoco en su sentido. Es así entonces, que surge un segundo texto producto de la Interpretación que el mismo sujeto realiza. Interpretación -que como decíamos en el trabajo Reflexiones sobre el Símbolo"- consiste en develar-construir el sentido que portan los símbolos.

Cada Ensueño y la interpretación que el Sujeto realiza del mismo (primero y segundo Texto) durante su tratamiento, no constituye un dato aislado, es más, no es dato en el sentido de información ni está aislado puesto que su significación emergerá del contexto. Es necesario articularlo con Ensueños anteriores, con la historia vital y con las hipótesis diagnósticas realizadas. Si tenemos esto en cuenta, descubriremos" que cada paciente/sujeto se revela como un Autor al que será posible reconocer" por su estilo, con símbolos propios, cuya dinámica también será singular aún cuando dichos símbolos puedan ser considerados como universales e incluso justamente por serlo.

La imagen simbólica surge del interjuego entre lo figurativo y lo abstracto. Tanto las consignas iniciales de los Ensueños como cualquier otra imagen nos interesa en cuanto a su valor metafórico, el cual se despliega en el entrecruzamiento de un imaginario colectivo (acuerdo intersubjetivo cultural) con el imaginario individual y no, en cuanto la imagen puede hacer referencia a los objetos del mundo perceptual. Esto nos permite entender de qué está hablando el paciente y al mismo tiempo nos deja la incógnita acerca del sentido singular que para él puede tener la imagen simbólica. Así, quedamos a salvo de caer en la univocidad que es propia del signo y también d "suponer" que el sentido que nosotros le adjudicamos al símbolo es el que el paciente debe tener. Esto último es otra forma de univocidad con el agravante de convertirnos en patrón o matriz de las significaciones.

Esta metodología nos va a permitir también acceder a la evolución-transformación de un mismo símbolo y a sus repeticiones. La hipótesis que sustentamos es que la noción de Texto nos dará la posibilidad de establecer las relaciones significativas que él mismo supone y el contexto autoriza. Relaciones que como decimos, en sus repeticiones y transformaciones den cuenta de la estructuración psíquica del Sujeto y de las diferencias que lo singularizan como ser histórico.

Consideramos la producción del Sujeto cono una unidad y a él -que es quien la genera- como un todo. Se trata de un todo que no debe -o no debiera- ser desarticulado en partes. No se nos ocurriría afirmar que un autor literario construye sus textos sólo con su inteligencia, ni tampoco que un pintor plasma sus obras sólo con su sensibilidad. Pues bien, cuando a un Sujeto le proponemos como imagen inicial, por ejemplo que imagine un Mar", no consideramos que esté hablando"exclusivamente de sus Afectos".

En este punto queremos detenernos en algo que consideramos importante. Sabemos que trazar fuertes límites conceptuales entre el pensamiento, los afectos-emociones, etc, considerándolos como regiones o estratos de la mente", nos obliga posteriormente a crear puentes conceptuales para unir lo que nunca debió separarse. La producción simbólica nos da cuenta de esta unidad. Estos términos: pensamiento, afecto-emociones, etc; representan abstracciones que generan un costo teórico muy alto y que pagamos perdiendo de vista la interdependencia estructural del Sujeto.

Es esclarecedor el concepto de totalidad del "fenómeno psíquico" postulado por la Gestal, que se contrapone al asociacionismo que finalmente se plasma en una semiología positivista. Esta última, no considera el valor de trascendencia, síntesis y especificidad que posee el símbolo y reduce al hombre a una a una serie de elementos que pueden ser sumados, restados, etc.

Aquí planteamos la necesidad de una articulación teorico-práctica y afirmamos que dicha articulación ha de tener coherencia epistemológica. Por qué decimos esto?. Porque por ejemplo, si postulamos que el Sujeto/Paciente -objeto de nuestro conocimiento a través de la Psicoterapia Simbólica-, es una unidad o totalidad, entonces considerarlo en la práctica suma de rasgos o elementos, nos estaría dando cuenta de otro Sujeto, distinto al que postulamos. Otro ejemplo: Si afirmamos que se trata de un Sujeto singular, con una historia propia y particular y en la práctica intentamos "encontrarlo" o ubicarlo" en categorías estadísticas -tarea muy difícil, ya que nunca cumplirá totalmente con los requisitos como para incluirlo-, estamos implícitamente postulando al Sujeto Normativo de la elaboración estadística", que nada nos dice de su singularidad. Sabemos que este planteo supone cuestiones ontológicas, gnoseológicas y metodológicas que no vamos a desarrollar aquí pero cuya importancia ha de tenerse en cuenta para futuros desarrollos.

La noción de Texto excluye la pura multiplicación de elementos separados o el resultado de una suma de fenómenos independientes.

El párrafo que citamos a continuación, pertenece a Gordon, Mills y pensamos que puede sintetizar lo dicho hasta aquí.

El Modo de producción y el Contexto de Lectura coinciden. Esto otorga para el terapéuta un lugar privilegiado, ya que asiste a la construcción del texto y también interviene en ella cuando, por ejemplo, le solicita al paciente que investigue más, o que enfrente alguna situación, etc. En este sentido puede ser considerado como coautor.

La importancia que le adjudicamos al contexto de lectura -que no es otro que el contexto psicoterapéutico-, está en que somos destinatarios de ese texto y también soporte de la llamada transferencia del Sujeto. Desde este lugar el psicoterapéuta intentará conocer -a través del texto y sus articulaciones- al Sujeto que lo produce.

Modo de producción es la forma en que el Sujeto va realizando el Ensueño y lo enuncia. La primera tarea que él debe realizar es poner en palabras sus imágenes, es decir, traducir el código visual al código verbal, algo similar a lo que ocurre con la producción onírica. Desde ya, nos resignamos a perder parte del sentido al igual que con cualquier traducción de un idioma a otro. Siempre quedará un resto al que no será posible acceder ya que la producción simbólica lo dejará en el camino de esta traducción. Con todo, los símbolos son la vía más apropiada de acceso al Inconsciente; inauguran el camino hacia la producción de sentido, camino que ha de completarse -hasta cierto punto- cuando el paciente se convierte en lector de su propio texto, lo interpreta y actualiza sus significaciones junto con el terapéuta. Este último favorece las asociaciones e interpretaciones del autor pero no se constituye en un lector ingenuo sino que opera como facilitador de las mismas en función del desarrollo biográfico y psicoterapéutico y también reconociendo o descubriendo" las claves o pautas que el propio autor se encargará de mostrar en su texto y que guiarán la lectura del mismo. Por ejemplo: enfatizando uno o varios símbolos de diferentes formas: comenzando la construcción del segundo texto (interpretación) por un símbolo que tal vez pasó desapercibido, omitiendo otros, etc.

Ahora bien, afirmar que el paciente interpreta y actualiza las significaciones de sus símbolos marca una diferencia a tener en cuenta. Ya no se trata, entonces, de recordar hechos, situaciones, es decir, no es un acto de momoria evocativa sin más; ni es una descripción en la cual el Paciente/Autor queda fuera del texto. Tampoco se trata de una catarsis o descarga porque en primer lugar, deberíamos dar cuenta de aquello que se descarga -lo cual implica no pocas dificultades: se trata de energía, instintos, pulsiones o qué?-, pero fundamentalmente, porque la catarsis en sí misma no produce sentido tal como venimos empleando dicho concepto.

Nos detenemos aquí. Esperamos que este trabajo posibilite nuevas reflexiones; que se puedan corregir o ampliar las hipótesis presentadas ya que solo son enunciados que, como toda hipótesis científica, dejará de serlo cuando resulte verificada o refutada por otra.

BIBLIOGRAFÍA

1: ALVAREZ, Nélida. La construcción interpretativa en las producciones gráficas., en Revista: Actualidad Psicológica. Año XX, Nro. 219, 1995.

2: BRUNER, Jerome. Realidad mental y mundos posibles. Los actos de la imaginación que dan sentido a la experiencia. Barcelona, Editorial Gedisa, 1994, 2da. Edición.

3: GORDON, MILLS. Hamlet`s Castle: The Study of Literature as a Social Experience. Austin, University of Texas Press, 1976.

4: KLIMOVSKY, Gregorio. Las desventuras del conocimiento científico. Una introducción a la epistemología. Bs. As., A.Z.Editora, 1994.

5: SCHWARTZ de SCAFATI, Liliana E. El Concepto de Estructura: sus implicancias en el Psicodiagnóstico. Revista de A.D.E.I.P., Año: 4, Vol. Nro.4, 1994.

6: VILCHES, L. La lectura de la imágen. Barcelona, Paidós, 1990.